Dos grandes tipófilos
“Particularmente pienso que donde haya un buen maestro y un alumno ávido de aprender habrá una escuela, más allá de los edificios y las estructuras que los contengan.” Esta fue la respuesta de Rubén Fontana al ser preguntado sobre la necesidad de la formación universitaria para ser un buen tipógrafo.
Precisamente así es como concebía su relación con Juan Andralis, a quien veía como un maestro. Y la convicción sobre la importancia de compartir el propio conocimiento y aprender del saber de los demás, era una actitud que ambos compartían tanto como alumnos como como maestros.
También les era común el amor por la tipografía que recorre como hilo conductor la vida profesional y creadora de los dos. Desde pequeños manifestaban una atracción innata por la tipografía. En la infancia –que ambos pasaron en Buenos Aires– Juan Andralis se sentía magnetizado por la imprenta artesana y seducido por el deseo de hacer libros, mientras que Rubén Fontana se sentía fascinado por el origen y las formas de las letras. Andralis ya de niño fabricaba los libros que sus amigos habían escrito manualmente y Fontana, en su etapa entre los doce y los diecisiete años, se dejaba enseñar por el hombre encargado de la tipografía dentro del la agencia en la que entró como aprendiz.
A parte de su vocación como pintor surrealista que le llevó en 1951 a Paris, Andralis siempre estuvo de algún u otro modo muy ligado al mundo de la tipografía. En 1957, a los veintinueve años, comenzó a trabajar para el famoso diseñador Cassandre junto a Adrián Frutiger quien personalmente lo había recomendado. En ese momento Cassandre estaba trabajando en la tipografía Graphika para la empresa Olivetti.
Pasados catorce años en Paris, Andralis vuelve en 1964 a Buenos Aires por enfermedad de su padre. Allí retoma la amistad con el poeta Aldo Pellegrini con quien imprime un libro para la editorial Insurrixit y comienza una colaboración con Mario Pellegrini, el hijo de su amigo, junto a quien diseña las portadas para los libros de la editorial Argonauta. Esta nueva inmersión en el mundo de la imprenta y los libros, culmina en la apertura de su propia imprenta Archibrazo en el año 1968, que se convierte en un lugar de encuentro cultural y literario mítico de la ciudad.
Toda su experiencia y pasión por la tipografía le convirtió en un gran conocedor de la materia. En el Departamento Gráfico del Di Tella –un emblemático instituto porteño impulsor del arte, la cultura y la ciencia de los años sesenta–coincide con Rubén Fontana. Su visión hacia el mundo de las letras era muy similar. Se habían conocido ya antes y no fue casualidad que en su primer encuentro fuera un tipómetro lo que les hiciera entablar conversación. En el mayor momento de auge del instituto di Tella, considerado el templo de las vanguardias artísticas, en el que Juan Carlos Distéfano presidió su departamento, su colaboración produjo una especialización inesperada en el campo de la tipografía. Fue la mayor etapa de aprendizaje de Fontana y fue Juan Andralis quien le enseñó o –como diría Fontana– de quién aprendió.
Una letra resistente de carácter firme
El profundo cariño y respeto de Ruben Fontana hacia Juan Andralis se evidencia con la publicación de un libro en 2001 con motivo de la gran pérdida que supuso para él y otros amigos la repentina muerte de Andralis en 1994. Este homenaje no podía reunir mejor aquello que a Andralis tanto le apasionaba: el mundo del libro y la tipografía. De hecho Fontana diseño especialmente una tipografía con la que editar el libro, e hizo de este modo un homenaje en forma de tipografía a su entrañable maestro.
La necesidad de ser una tipografía para textos prolongados combinó muy bien con otra premisa: De algún modo Fontana buscó un diseño acorde a las preferencias tipográficas de Juan Andralis. El carácter fuerte y robusto que muestra la fuente coincide con el gusto de Andralis por una mancha de texto con un gris potente. También el buen rendimiento y la buena legibilidad que exige una tipografía de lectura, fue un requisito que combinaba muy bien con esta predilección por tipografías de carácter firme y de mancha densa.
Teniendo estas premisas en mente, Fontana se topó con la escritura devanagari hindú. Esta escritura se caracteriza por el trazo horizontal del cual cuelgan los signos y que abarca el ancho de las palabras. Observó que este refuerzo horizontal facilitaba el reconocimiento y la estructura de la palabra y buscó la forma de aplicar este concepto a una letra latina tradicional. Por ello, las partes que suelen ser finas en las tipografías romanas, en la Andralis también son gruesas resultando así signos de un contorno fuerte.
Los trazos gruesos laterales y horizontales que componen cada letra crean un marco armado que ayudan al buen reconocimiento del signo. La mejora de la lectura también se produce por la aplicación de la fórmula-M de Dwiggins en la Andralis. Este principio consiste en crear una contradicción entre la contraforma interior y exterior. Se trata de engañar al ojo a través de la simplificación y hacer ver curvas donde no las hay, sobre todo a tamaños pequeños o grandes distancias.
Una tipografía para contar grandes (y pequeñas) historias
De la combinación de todas estas ideas resultó una tipografía muy bien armada de carácter fuerte y resistente. Sus formas angulares, el contraste que genera la forma interior frente a la exterior y el aspecto cuadrangular en la estructura de las letras, le dotan de un aspecto artesanal y tosco que recuerda a la letra inscripcional revocando a tiempos pasados.
Andralis consta de cuatro estilos (regular, italic, bold y bold italic) con sus correspondientes versalitas en uno de ellos, acorde a las exigencias de una tipografía pensada para la edición de libros. En correspondencia a esta misma premisa, entre lasprestaciones OpenType se encuentran tanto las cifras elzevirianas como las cifras alineadas, y un set estilístico específico de cifras romanas. Las ligaduras discrecionales que combinan pares de letras típicos de la lengua castellana, es un énfasis característico de los diseños tipográficos de Rubén Fontana.
Andralis no solo ha mostrado buen resultado en su uso para libros y periódicos. Entre sus ejemplos de aplicación encontramos el diseño corporativo de la cadena de helados artesanos argentinos “Freddo” que encuentra en esta letra la alusión a la tradición y la artesanía. Muestra su buen funcionamiento en sus aplicaciones Web de la marca, sea como tipografía de texto u otras aplicaciones. Fue letra elegida para la marca del Bicentenario de la Independencia de México en 2010, capaz de contar una historia vigorosa del pasado en una tono de entereza. Anteriormente, en el año 2006 fue la tipografía del segundo Congreso Internacional de Tipografía celebrado en Valencia bajo el lema “las otras letras” que pretendía, por un lado, aglutinar bajo esta temática aquellas escrituras fuera del rango de los alfabetos “occidentales” y, por otro lado, otorgar un nuevo protagonismo a aquellos emergentes fuera del ámbito anglosajón o germánico, hasta ese momento predominante en la creación tipográfica.
En contraste a la sutileza y elegancia de las tipografías de texto clásicas, Andralis muestra un aspecto más endurecido sin perder, sin embargo, su tono amable y humano. Su rigidez y firmeza la convierten en la tipografía idónea para contar –en un contexto contemporáneo– historias de trascendencia, de mundos inventados y tiempos pasados. Andralis narra en una voz segura e imperturbable historias intensas, vivas y profundas. Nos traslada a mundos de ensueños y nos cuenta relatos apasionados, nos hace imaginar lo inexistente y nos acerca lo que el pasado dejó atrás, narra sobre lo que fue y aún sigue siendo y sobre aquello que dejó de ser y nunca se olvidará.